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viernes, 29 de junio de 2012

El día en que mi Ángel me salvó

Pocos pueden decir que han visto u oído a su ángel de la guarda. Unos piensan que no existe, otros creen que si. En mi caso particular, siempre creí que estaba presente una presencia protectora, sin alas ni aureola, solo una luz que me alumbraba en mis momentos de oscuridad.
 
Una noche, en mis sueños, tuve una visión muy perturbadora. Estaba caminando tranquilamente rumbo a mi casa, y de pronto, al pasar por la casa de mi mejor amiga, vi a tres hombres sujetando con violencia a una chica contra las rejas del patio. 

Mi primer impulso fue correr a ayudarla, pero entonces me di cuenta que a mi lado estaba "alguien" que me era extrañamente familiar. No me dejó voltear a mirarlo sino que me detuvo diciendo con dulzura "no te muevas, solo mira". Y obedecí. Soporté ver a los tres hombres sujetar y forcejear con la chica, mientras ella gritaba. Observé sus uniformes de militares, el largo cabello oscuro de la víctima que le caía sobre el rostro y no me permitía ver sus facciones. Pude ver que ella se aferraba con las dos manos a las rejas de la casa de mi amiga, luchando para que no se la lleven, notando con extrañeza que las rejas eran negras cuando en realidad son blancas. La visión acabó y yo desperté desolada y angustiada.

Fui a la universidad, asistí a mis clases matutinas sin poder sacudirme la desazón, y  tomé el bus de regreso. Cuando llegué a mi parada acostumbrada, esperando el siguiente transporte en una calle solitaria, me recosté contra las rejas de la casa frente a la que me encontraba. En el momento que mi espalda tocó el frío metal, un escalofrío recorrió mi espina dorsal trayendo el recuerdo de mi pesadilla. Instintivamente, me di la vuelta y comprobé con horror que eran las mismas rejas negras que vi en sueños. Mi espanto se tornó en pánico cuando vi que a una cuadra de distancia venían caminando tres hombres vestidos de militares. En ese segundo comprendí quién era la misteriosa chica de cabellos oscuros: era yo, ¡¡y venían por mí!!. Uno de ellos se percató de que los vi y me señaló con el dedo diciendo algo a sus compañeros. Todos aceleraron el paso, mientras yo buscaba el primer bus que pasara para alejarme de ellos cuanto antes. Cuando trataron de cruzar la calle un carro se les atravesó, justo al tiempo que llegó un autobús a la parada. Desde el bus pude ver como corrían tratando de alcanzarnos pero gracias a Dios no pudieron. Llegué como pude a mi casa, loré de susto y agradecimiento. 

Nunca más he vuelto a soñar con mi ángel, pero desde ese día estoy segura de que me protege y me guía. 

Gracias mi Angel de la Guarda, dulce compañía, que no me desamparas ni de noche ni de día.

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