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No era mi mascota, hasta me mordió una vez, pero
igual me dio mucha tristeza saber de su partida. Su dueña, desconsolada,
lloraba por su perrita que la había acompañado 12 años de su vida, en las buenas
y las malas con la fidelidad de su espíritu salvaje. De viaje, de travesuras,
de mamá perra, de cacería. Chiquita de cuerpo y de nombre, cruce de al menos 4 razas:
lengua de chow chow, cuerpo de pastor alemán enano, colmillos de lagarto,
cuello que se erizaba como gato. Aun así era linda, peludita y peligrosa, nada
se le escapaba: iguanas, pájaros, cualquier
animal que reptara por el suelo.
Chiquita supo antes que nosotros con quien se casaría su dueña (le gruñó a
todos los pretendientes menos a él). Sobrevivió un atropellamiento, dos
enfermedades, dos camadas, la perra de hierro. Tiene el honor de ser la única
perra que conozco a la que le hicieron cumpleaños temático, con torta, gorritos
y decoraciones de Mickey Mouse, aquella también fue la primera y única vez que le canté Happy
Birthday a un animal. Inteligentísima, obediente, y resistente como solo los
perros de razas mixtas suelen ser, se ganó el cariño de todos. Nos deja con su
dulce recuerdo de ojos tristes, lengua morada, y silencioso adiós.
Yo si prefiero tener mascotas -
aunque su partida duela - por todo el amor, la compañía que nos dan; y el don
que solo ellos tienen, de sacar a relucir nuestro niño interior.
Buen viaje Chiquita!