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miércoles, 30 de mayo de 2012

Recién casados

Al regresar de nuestra luna de miel, mi esposo y yo llegamos a nuestro nuevo hogar a enfrentar la realidad con mucho entusiasmo. Todo era una novedad: arreglar nuestros pocos trastos, cuidar a Fiona (la gata), limpiar el departamento. 

El primer día salimos a comprar las cosas que nos faltaban: canasto de ropa, pinzas, rascador para el gato, implementos del baño, comida.  Regresamos cargados de cosas, lo que era una gran desventaja porque el departamento quedaba en un tercer piso y no habia ascensor.  Subimos con todo al mismo tiempo para no hacer el viaje dos veces, cargando 10 fundas en cada mano. Llegamos con la lengua afuera pero muy felices. 

Empezamos a colocar todas las cosas en su sitio, hasta que me topé con un problema: la percha para el baño no entraba por culpa de la llave de paso.  

Esposo se acerca y me ve luchando por colocar la percha a la fuerza y me dice:
-Espere! yo tengo una llave que nos prestó su papá, puedo arreglarlo!

Desconfiada, le respondí:

-Alguna vez ha hecho algún trabajo de plomería?

-No, pero no se ve difícil, solo hay que girarla un poco a la derecha.

-Mejor llamamos a un fontanero.

-Para qué necesitamos un fontanero?? Yo puedo!

Yo miraba impotente mientras se fue a buscar la herramienta. Antes de que pudiera pensar en alguna forma de evitar que tocara la llave de paso, él ya estaba ahí forcejeando con ella. Salí del baño para no ver nada y de repente mi esposo grita:

-Mi amor! Creo que hay que llamar a un fontanero!

-Por qué?? Qué pasó??

-AAAAAHHHH!!!!!!!!

Lo siguiente que vi fue un gran chorro de agua saliendo disparado desde la puerta del baño.

Presa del panico, llamé al servicio de emergencias domésticas que ofrecía una tarjeta de crédito local.

-Señorita, por favor necesito que me envíen un fontanero!!

-Si señora, pero le recuerdo que este servicio es solo para emerge..

-ES UNA EMERGENCIAAAA!!! SE ESTA INUNDANDO MI CASA!!

-Ok en 20 minutos le atienden.

Colgé y corrí al baño a evaluar los daños. Con el último movimiento de torsión, mi esposo había roto la tubería y ahora estaba sentado en el suelo, empapado, con la mano tapando la grieta, mirándome con cara compungida.

Yo no pude más y estallé en risas. Le dije:

-Ya nos parecemos a los Picapiedras!

Y esa es la razón por la cual mi esposo cada noche al llegar a casa, me saluda con un cariñoso 
VILMAAAAA!! 
 

jueves, 24 de mayo de 2012

Gatas malcriadas

Oh, cuánta dicha me dieron mis gatas! Me encantaba cogerlas a las dos juntas como bebés en mis brazos, tener una encima y otra a mi lado ronroneando en estéreo. Verlas acicalarse mutuamente, dormir hechas bolita, tener siempre un gato a la mano. El paraíso.
 
Pero no todo era perfecto. Mis bebés eran bastante tranquilas pero tenían un defecto: les encantaba subirse a los muebles. Probé de todo. Les quité los cojines, se acostaron en la madera. Les puse cobertor, lo sacaron de un lado y se acostaron sobre la tela del mueble. Hice una torre de cajas de espumafon para impedir el paso hacia la sala, se lo escalaron, lo aruñaron, pasaron y tuve que limpiar los pedazos de espumafón que quedaron en toda la casa. En fin, no habia remedio.

Recordé que habia leído en un manual de entrenamiento gatuno que la mejor solución era colocar papel aluminio donde no quería que se subieran, porque "odian el sonido que hace cuando lo pisan". Compré un rollo de papel aluminio y, mientras dormían, corté pedazos y los puse sobre los cojines. Me fui a dormir. Al despertar vi con gusto que no se habían subido y me reí. Me fui a trabajar. Cuando regresé, las gatas estaban acostadas en las partes que no tenían papel con mirada desafiante. Hecha una furia, las saqué con tres gritos y salieron disparadas de ahí. Esta vez me pasé una hora cubriendo cada centimetro de los cojines en papel aluminio. Cansada, me fui a dormir.

A la mañana siguiente noté un crujir metálico en la puerta, abrí y vi varios pedacitos de papel aluminio que se movían en el piso con el viento. Horrorizada corrí a la sala y mis ojos vieron todo el piso cubierto de jirones de aluminio, los muebles llenos de papel destrozado, una lámina tenía la huella de las garras de gato impresas, toda una escena de desastre. Las gatas me miraban con cara de desafío, cada cual acostada en su mueble favorito, sosteniéndome la mirada. Las encerré de castigo en la lavandería y me dediqué a limpiar el desorden rápidamente.

Mi esposo se levantó y se empezó a reír de mi "solución" al problema con los muebles, mientras yo volaba a vestirme para no llegar tarde al trabajo.
 
Lo último que me puse fueron los zapatos, que había dejado fuera de mi habitación la noche anterior. Apenas metí el pie sentí algo raro y frío. Lo saqué deprisa y miré dentro. Había un pedazo de papel aluminio.
 
Mi esposo mira el papel, mira mi zapato, me mira a mí y me dice:

-Esas fueron las gatas diciéndole "Te gusta pisar papel aluminio? A nosotras tampoco!!"

... 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Dos gatos son mejor que uno

A estas alturas ya sabrán que amo a los gatos. Si no lo sabían, bueno pues ADORO a los gatos, son las criaturas más hermosas del planeta, si pudiera tener 50, los tendría.
 
Comprenderán que apenas supe que me iba a casar, empecé a buscar un gatito. No el departamento, no las cosas para la casa, no la tela del vestido, estaba buscando a mi próximo bebé felino. Mis requisitos: que sea una hembra  de pelo largo.
 
Mi esposo,para darme una sorpresa, me llevó a Kitty, una gatita producto del affaire entre una gata siamés y un persa blanco himalaya que andaba de paso por su casa. El resultado fue una siamés remix con pelo con partes blanquinosas, más largo y suave que el de su raza pero que se le cae a montones. Su carita es miti miti un lado full siames, el otro cubierto de manchas, con unos ojos celestes que brillan como gemas. Un conjunto nada desagradable. El problema es que yo quería un gato verdaderamente peludo, y la devolví.
 
Una semana después encontré a Fiona, la gata persa que quería, con más pelo que yo en la cabeza, suavecito, esponjoso, gris mezclado con parches crema, y unos maravillosos ojos ámbar. Era tan chiquita que cabía en mi mano, la amé apenas la sostuve.
 
Unas semanas después la llevamos al departamento, y nos dimos cuenta pronto que "Su Majestad" no hacía sus necesidades en su sitio, si la caja de arena no estaba 100% limpia. También que la pequeña no sabía hacer sus necesidades sin mancharse la enorme cola, pero aprendió rápido después de una semana de baños diarios.
 
Pasaron 2 meses y todo era risas y felicidad hasta que me enteré que Kitty no encontraba hogar. Sabiendo que ya estaba bastante grandecita para conseguir familia, decidimos traerla a casa.
 
El encuentro entre las dos gatas fue como el choque entre dos mundos. Mi esposo con Fiona en brazos, yo con Kitty, nos fuimos acercando para que se conozcan. Desde que se vieron empezaron los bufidos y los gruñidos de Fiona, Kitty estaba alerta pero perfil bajo. Al final no quisieron verse a la cara y decidimos que necesitaban tiempo. 

Ver a dos gatas que no se conocen es como ver a dos vecinas peleadas coincidir en la calle. Pasan de lado sin mirarse, yo en mi esquina, tu en la tuya. Se dicen con los ojos "No me mires que te saco los ojos, perra!" (Perra es insulto entre gatas también) y pasan cada cual en su territorio.
Al cabo de una semana las chicas seguían cada cual por su lado, odiándose e ignorándose, hasta que nos mudamos de departamento.
 
Ese día perdimos a Fiona dos veces. Esa gata tenía la habilidad de entrar en los espacios más pequeños. La primera vez que se perdió la encontramos dentro de la alfombra enrollada. La segunda vez que se perdió, después de una hora de búsqueda, la encontramos detrás de la lavadora ya en el nuevo hogar. 

Kitty, en cambio, se pasó recorriendo de arriba a abajo todo el nuevo lugar, disfrutando del nuevo espacio, olfateando las esquinas, mirando su nuevo entorno.

Cuando Fiona salió era tarde. Kitty había reclamado el reinado del nuevo departamento. Fiona salió con su cabecita gacha y alzó los ojos hacia la ex intrusa. Kitty se acercó a ella y la miró desde arriba. Yo miraba todo dispuesta a lanzarles agua fría si se peleaban. Contuve la respiración cuando Kitty hizo lo impensable: le empezó a lamer la cabeza y a ronronear. 

Fiona cerró los ojitos de puro gusto. 


Y desde entonces fueron mejores amigas.
 

lunes, 14 de mayo de 2012

Aventuras y Desventuras de una Pareja Asaltada III

Noche 2. La Mano Peluda

Esa noche mi esposo y yo revisamos cada ventana y aseguramos todas las entradas y salidas, dejamos algunas luces encendidas y nos preparamos para dormir.

Cuando mi esposo estaba listo para cerrar sus ojitos, recuerdo algo que tenía que decirle.

- Amor, leí en el internet que no hay que dejar los cuchillos a la vista en la cocina, así que me los traje todos (saco todos los cuchillos y los muevo delante de su cara) y voy a esconderlos cerca de la cama.

Esposo pone cara de susto. Se recupera y dice que también quiere uno. Le doy el mediano. Así, armados hasta los dientes, nos dispusimos a descansar. 

00:00  Me levanto, cojo el cuchillo de carnicero, lo pongo delante de mi y camino alrededor de la casa viendo que las puertas y ventanas sigan bien cerradas. Al pasar por la cocina, recuerdo el chiste de la Mano Peluda, me río de mi misma, regreso a dormir con el cuchillo bajo la almohada.

01:30 Esposo se levanta, hace ronda de vigilancia con su cuchillo mediano a la espalda. Se asoma a la ventana, ve el carro de suegro en la otra esquina. Esposo indica que me ha despertado para decirme, yo le he dicho "Deje así" y me he vuelto a dormir. No recuerdo eso.

03:00 Abro el ojo por que creo haber escuchado un ruido. Mi cuchillo y yo salimos del cuarto. Todo tranquilo. Era la gata que quería agua. Le doy, y me regreso a dormir.

04:00 Esposo hace segunda ronda de vigilancia, ve que el carro sigue ahi. Ya no intenta despertarme para avisar.

05:00 El aire acondicionado hace un ruido fuerte, me asusto y levanto a mi esposo diciendo "¡escuché algo!" esposo salta de la cama y corre por toda la casa. Cuando regresa ya estoy dormida de nuevo. De eso si me acuerdo.

06:30 Me despierto y pongo Friends. Esposo también se pone a ver y nos ponemos a reír de nosotros mismos. 

¡¡Hemos sobrevivido!!